Odisea en un espacio paralelo (Parte III)


[Estimad@s Trotamundos, se revelarán las identidades post-tratadas fuera de historia desde ya. Algun@s de forma inferida... espera a tu llegada; un abrazo.]

 



¿Regenkind donde estás?... No pude mantener la calma al ver que mi compañero no estaba, volví unos pasos atrás para revisar si había cruzado el "Aliento". Estaba ahí; atrapado por sus propias memorias, deslumbrado y sonriente por lo que estaba recordando. Pareciera que podría pasar horas así, dejaré que lo disfrute un momento más, al zarpar seguramente el portal no estará ahí para quedarnos en medio, pero de seguro la sensación vuelve durante el viaje.

Ciertamente, a Regenkind parecía agradarle la melancolía de los recuerdos; quizás los viajes por tantos bosques del mundo o sus horas conectándose con los tratados de la naturaleza y el druidismo lo llevan a disfrutar tanto que acostumbra a no aterrarse por estas visiones, la tierra enseña mucho. A veces es cuestión de cerrar los ojos para recordar, y somos tan vagos y estamos conectados tanto al sistema que no conseguimos tomarnos la pausa para visitar nuestro pasado de una forma piadosa. 

Dicho de otra manera... se está pasando para disfrutar, declaré. Resolví jalarlo de un brazo para sacarlo de su conexión.

¡Pero por qué!, exclamó. … estaba en un viaje que incluso podría manifestarlo en un papel ahora mismo.

¡Shhhhhhh!, guarda silencio... bajemos la voz. Estuve explorando un poco; esas de allá parecen habitaciones y por el corredor al fondo acabo de ver a una persona cruzarse por la luz. ¿Tu no percibes olor a un delicioso  dulce?

¿A dulce? yo solo siento ruido de maquinas, y oigo voces a lo lejos, susurró Regenkind.

Al fondo del pasillo nuevamente se divisa la silueta comenzando a cruzar por el umbral, pero se ha quedado ahí en medio como si mirara hacia acá. Y ahora no es la misma, sino la de un niño o niña de al menos un metro y 20 centímetros.

¿Eso es lo que viste antes Amory?... sinceramente preferiría en este momento cruzar de vuelta por el aliento.

No, no es esa la silueta que vi. Y no veo razón para bajar ahora, deberíamos avanzar.

De pronto la figura pequeña a lo lejos levanta una mano saludando, y da unos pasos adelante.

¡Dios soy yo de nuevo....!, exclama en voz baja Regenkind.

¿No que eras druida? … Concéntrate, debemos acercarnos. Decidida me erguí y saludé de vuelta a lo que lo pequeño dirige un gesto hacia a mí invitándome a pasar.

Miro a Regenkind tratando de llenarse de valentía y preparándose para caminar, pero lo tomo del brazo y avanzamos juntos.

No creas que no le temo, solo soy curiosa, aseveré. 

Partimos decididos a adentrarnos al pasillo, caminamos por lo que parecían puertas con un pasquín en cada una de ellas y letras que no se lograban leer por el polvo. Al mismo tiempo, el rostro del pequeño se veía más iluminado y nosotros íbamos llegando más rápido a ese lugar que parecía concurrido.

Era un niño, sus ojos parecían los de un felino, su palidez era rosácea y su cabello parecía oro... tenía unas pecas hermosas y una voz tan suave y dulce como el canto de los ángeles; al llegar a pasos de él se ha inclinado y nos ha dicho con una actitud muy agrandada y sutil:

¡Son bienvenidos, mi nombre es Clío y los estábamos esperando, aquí encontrarán lo que buscan; pero antes creo que deberían saludar... ha pasado tiempo de que no se han visto! ¿no?

En ese minuto nos hundimos en la luz de esa habitación enorme, y no bastó ni un segundo para que el barco cobrara vida y se iluminara por completo como si fuese un barco recién alquilado y del año.

No bastó en mi ni una señal para darme cuenta en ese momento que el olor que sentía era precisamente el de los majares con nuez que me compraba mi bisabuelo al que yo llamaba nono. 
Ni tampoco bastó un vestigio para que Regenkind callera de rodillas al suelo y explotara en llanto, mientras miraba a Clío sacar dos perritos de una habitación. 

Aquí son Mutig y Stark, pero me imagino que los recuerdas aunque yo los haya bautizado de otra forma ¿Cierto?, pregunta Clío.

Regenkind se sentó en una actitud de templanza en el suelo, y respondió a Clío asintiendo con la cabeza. Tomó aliento y exclamó ¡Mutig! ¡Stark!, y aquellas preciosidades reconocieron su voz en un instante para que saltaran moviendo la cola a saludar.

Yo me encontraba hipnotizada por el olor a esos manjares, y decidí preguntar con las mismas ansias de recibir la fortuna de Regenkind con sus perros.

¿Clío de dónde viene ese olor?

Le pediré a nuestro amigo Humberto  que traiga al chef del barco, aclaró Clío.

Desde el otro lado de la habitación desaparece Clío, mientras yo comienzo a sentir unas enormes ganas de llorar. Stark se acercó a mi moviendo la cola, y poniendo sus ojos chinitos como tratando de decirme hola.
E instantáneamente miré a mi compañero; su rostro se veía iluminado y feliz, sus mejillas se habían puesto rojas de tanto sollozar de alegría.

Regenking sonriente y algo entusiasta dirige su mirada a mi y me dice, ahora sí estaremos bien.

En ese momento comprendí que ellos eran seres que en vida ya no estaban, y mi mente comenzó a sobre pensar todo. ¿Será Clío también un alma de este lado? ¿Quién es Humberto? y... será que quién salga por esa puerta, es decir el chef sea mi...

Me tomé de las muñecas cruzando las manos, mordí mi boca de ansiedad y solo me quedé pasmada a esperar mirando mis zapatos.





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